3.8.09

Carta a los taurinos




Pídeme respeto aficionado taurino, exígemelo una vez más que ya estoy acostumbrado a esa demanda en tu boca, tanto como a ver reflejada en tus ojos la agonía de un animal y a sentir cómo tu corazón, embriagado de placer, se acelera a medida que se va apagando el del toro. Y es que su muerte alienta tu vida, por difícil que resulte de aceptar, tu espíritu se alimenta de los cadáveres que siembra tu crueldad.
Me dices que si no me agrada lo que a ti tanto te apasiona, que me limite a no participar de ello, pero que en modo alguno se me ocurra criticar tu conducta o clamar por el fin de lo que a mí me aterra y a ti te fascina: que un animal sea torturado y asesinado por un hombre. Y lo hace porque tú disfrutas y pagas por ello.
Si yo me callo, taurino enojado, tú te sientes más a gusto; si no denuncio, tu sensación de impunidad es mayor; si me olvido de lo que haces, te libro de un incómodo problema. Es cierto, pero mi silencio, con ser tu bienestar, también constituye la seguridad de que miles de animales van a continuar sufriendo y muriendo por ti, para ti y gracias a ti. Y eso no me lo pidas, que tu ferocidad no es, no puede ser, la medida de los valores humanos. Representas la degradación y yo, como hombre, he de luchar contra eso y jamas otorgar con mi mutismo una conformidad que consolida la permanencia de tu depravación.

Si enmudecen los detractores de la tauromaquia, nada se interpone entre los taurinos y sus víctimas, lo que supone condenarlas al padecimiento extremo generación tras generación, la suyas y las nuestras, unas las de los verdugos, otras las de los ejecutados, en una representación sangrienta, vergonzosa y que tú, taurófilo molesto con mi intromisión, pretendes eterna. ¿Cómo encubrir tu impiedad callando ante ella?.
Tú no quieres respeto, de hecho desconoces el significado de este término y en todo caso, eres el primero en despreciar tal valor; tú lo que necesitas y me exiges es que sea cómplice de tu crimen. Acáso también quisieras que si paso junto a una mujer que está siendo violada en un portal, no me detenga y siga mi camino en señal de respeto al criminal.

Claro, forzar sexualmente es un delito y ensartar con el acero una vez tras otra a un toro es arte. Pues tal vez me lo hubieras reclamado igual en la Norteamérica esclavista si la víctima fuese un negro apaleado por su amo, ya que allí y entonces era legal hacerlo, como aquí y ahora lo es la tauromaquia.

No sé si para ti la dignidad de una acción queda determinada por su legalidad, pero desde luego que en mi caso, ni tu defensa de la tortura, ni tu absoluto desprecio por el sufrimiento de un ser vivo y ni tan siquiera la protección que la ley concede a tus miserables inclinaciones, van a lograr convencerme del silencio, y ya que insistes, tampoco de lo que tú llamas respeto, aunque yo prefiero denominarlo egoísmo y complicidad ante la vesanía humana. Qué degenerado está tu sentido de la justicia taurino, que te atreves a requerir tolerancia en nombre de la libertad mientras no te apiadas de aquel de cuya muerte eres partícipe.

No me pidas que recubra mi conciencia con el mismo callo que envuelve tu sensibilidad. No me basta con no mirar para olvidarme del dolor infinito de esos toros, ese que tú ignoras y que no te conmueve; ni para no saber de su tremendo miedo, el mismo que tú les provocas. No me exijas, en fin, que sea como tú, llamando arte a la crueldad, honor a la ruindad, valentía a la cobardía y cultura al sadismo. Ni tampoco confundas el respeto con la aquiescencia ante el crimen que apeteces.
Cuando tú respetes a los animales, yo dejaré de inmiscuirme en lo que haces. Mientras tanto, me tendrás enfrente. No lo dudes. Sé que te resulto muy molesto y la verdad, esa es una de mis pretensiones: entorpecer en lo posible tu repugnante forma de entretenerte. Porque entre tu "diversión" y mi rechazo, no olvides que hay un ser vivo al que no le has dicho como a mí: "Si no te gusta morir en la plaza no te quedes en ella, vete". Él no puede escoger, ¿verdad?, pues mientras el toro no tenga la oportunidad de hacerlo, tú tampoco gozarás de la libertad de matarlo sin que yo, y millones como yo, tratemos de evitarlo.

Julio Ortega Fraile

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com

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